lunes, 20 de febrero de 2012

Lección número 7: Más allá de los cinco sentidos



Mustang, el reino prohibido


Vistas al río Kali Gandaki desde Kagbeni, Mustang, Julio 2011

De todos los distintos paisajes que ofrece Nepal, quizás la región de Mustang sea el más alucinante. Este antiguo reino al norte de Nepal y colindante con el Tíbet, no sólo vende por su nombre “El reino prohibido del Himalaya”, sino que es de lejos lo más parecido a un viaje al suelo lunar y una inmersión en plena edad media. En sus mil kilómetros cuadrados de paisaje abrupto y árido, se esconden las más maravillosas reliquias budistas y templos incrustados en rocas que haya visto nunca. En las laderas de sus montañas conviven monjes tibetanos, rebaños de yaks y cabras de pelo largo, flores edelweiss, moluscos fosilizados y un rey desaliñado que mantiene el bastión de una de las dinastías más antiguas de la tierra.


Mustang, Julio 2011

Y es que el reino de Mustang fundado en 1380 se mantuvo hasta 2008, cuando se abolió la monarquía nepalí y fue instaurada la república federal democrática de Nepal. Cerradas las fronteras hasta 1992, el gobierno nepalí mantiene aún muy reducido el flujo de turistas al año a quienes exige el pago de 50 dólares al día. El explorador francés Michel Peissel¸ obtuvo un permiso especial en 1964, y gracias a él se conocen historias fascinantes. Hoy en día, a pesar de encontrar bastantes facilidades para los trekkers, la sensación es la de adentrarse en una tierra completamente perdida en el tiempo.

Durante un inverosímil trekking de diez días, aislada de todo medio de comunicación, tuve ocasión de sumergirme en la cultura sherpa, de encontrarme a pocos metros del Tíbet y sentir la oprimente presencia de la gigante China, de observar el meticuloso trabajo de mandalas de arena de colores, o de conocer a Luigi Fieni, un reconocido restaurador de estupas budistas. Pero iremos por partes.

Mustang, Julio 2011

Para llegar a Mustang volamos hasta Jomsom (2700ms) en una pequeña avioneta de doce plazas, desde la que se aprecian las verdes laderas repletas de shortens blancos y los nevados picos del Annapurna. Tras ese pequeño pueblo fronterizo se extiende un enorme valle entre montañas sagradas, largos puentes suspendidos y macizas rocas de colores rojizos y amarillos. No nos espera una ruta difícil, pero aun así hacemos entre 6 y 8 horas de caminata diarias y logramos subir hasta 3 cuatro miles. El corazón late más lento, dolores de cabeza, torpeza al andar y terribles pesadillas por las noches: experimento por primera vez los efectos del mal de altura, aunque son mínimos comparado con las miles de historias que se oyen.    


Mustang, Julio 2011

... Durante nuestra travesía, franqueamos kilómetros de polvo, viento y suelo árido, rodeamos chortens y gompas en sentido de las agujas del reloj, avanzamos por el enorme cañón y surcamos extensos campos amarillos de mostaza. Cruzamos por poblados de rudimentarias casas de barro, bebemos brandy de manzana local y nos topamos con lugareños de rasgos tibetanos y miradas cargadas de curiosidad. Allí los niños de mejillas sonrojadas nos reciben con el saludo tibetano sacando la lengua, las mujeres nos enseñan alhajas y piedras preciosas que intentan vendernos a toda costa, y los monjes nos abren las puertas de los monasterios haciéndonos cómplices de sus tradiciones y cultura. Yo me empeño días tras día en probar el té de leche de yak, pero mi guía se niega, dice que me provocará una indigestión.

Campos de mostaza, Mustang, Julio 2011
Mustang, Julio 2011













El camino es una oportunidad para compartir con los pocos que nos cruzamos las maravillas que se abren ante nuestros ojos. Coincidimos en casi todas las etapas con dos parejas de franceses y poco a poco nos vamos haciendo amigos. Por la noche en Chele (3050ms), mientras recordamos bajo la lumbre nuestros hallazgos y aventuras del día, cantamos canciones francesas a nuestros guías sherpas y brindamos con ellos al sabor del raksi. Aunque no todos hablan inglés, no me resulta difícil ponerme a jugar con ellos al thurup, un tradicional juego de cartas nepalí; como pierdo continuamente me toca invitarles a rondas de ese amargo vino de arroz.

Los cortes de luz son aún más inconsistentes en esta zona; si no vuelve en 15 minutos tendremos que alumbrarnos con velas y un par de lámparas de camping el resto de la noche. Para cargar la batería de la cámara de fotos, hay que hacer cola para el ladrón de la cocina que está apunto de reventar y pagar 100 rupias (1 euro) al dueño. En todo Mustang, encontramos un único centro cultural con dos ordenadores cubiertos de polvo y un módem antiguo. Intento en vano mirar mi correo mientras un abuelito se sienta a mi lado encantado mirando fijamente la pagina que nunca se carga.

Mustang, Julio 2011
El guía de los franceses no es sherpa pero es todo un personaje. Además de guía es sociólogo, ornitólogo, conferenciante, profesor de yoga y meditación, y le encanta hablar conmigo de política. Nuestros sherpas, como son budistas, no paran de tomarle el pelo por ser el único hinduista. A pesar de estar a 3000 de altura, accede a darnos sesiones privadas de yoga antes del desayuno.

Mustang, julio 2011

La última parada antes de Lo Manthang, es el pueblo Charang (3560ms), un antiguo palacio construido hace 800 años para el rey de Mustang y sobre el que vuelan enormes águilas negras que utilizan corrientes térmicas para moverse. Se dice que el rey cortó el brazo del constructor para prevenir cualquier edificación similar. Aún puede verse el brazo momificado en un pequeño templo budista, aunque inaccesible para las mujeres desde que, según cuenta la leyenda, una niña tuvo sus primeras menstruaciones al entrar en el santuario.

Monasterio budista, Charang (3560ms), Julio 2011

Es en la capital Lo Manthang (3809ms) donde tenemos las mejores aventuras. Allí puedes pedir una audiencia con el rey y tomar un té real, por un módico precio de 100 rupias (igual que recargar tus pilas). Este señor de aspecto anciano vive en una casa engarabitada llena de escaleras y efímera decoración. Dicen que se le puede ver todas las mañanas rodeando la plaza del pueblo charlando con los lugareños. Sentado a más altura que el resto, y con la ayuda de un traductor, podrá contestar a tus preguntas siempre que no sean muy comprometidas, no sean sobre política, sobre desarrollo de la región, ni cuestiones personales.

El rey de Mustang, Jigme Dorje Palbar Bista con nuestros guías y sherpas
 Lo Mantang, Julio 2011

También hacemos una excursión a caballo hasta el punto más próximo de la frontera con el Tíbet donde se encuentran monjes viviendo en monasterios incrustados en la piedra de color ocre. Visitamos los diminutos aposentos donde éstos se enclaustran durante meses individualmente para poder meditar. Comemos en un pequeño bar adjunto donde sólo hay productos chinos preparados por los monjes. La influencia china es latente. Cuál es nuestra sorpresa al aprender que está apunto de empezar la “Mustang Cup”. El espectáculo es sobrecogedor. Estamos a cuatro mil metros, a mi me duele hasta respirar pero los jugadores corren como balas. Ha venido gente de todos lados para ver el evento del año.

¨Mustang Cup¨, Julio 2011

De buena mañana nos plantamos en el monasterio principal de Lo Manthang para asistir a las ceremonias budistas. La puja de los monjes pequeños empieza a las 6 y media de las mañana. Llevan caracolas,  platillos y campanillas para los rezos, pero parecen más ocupados en quitarse las legañas que en otra cosa. Asistimos también a la puja de los adultos, con sombreros rojos en forma de cresta, túnicas color mostaza y sonoros cantos profundos. Por un momento el tiempo se para y desaparece de mi mente todo vestigio del mundo occidentalizado. Tras la ceremonia nos enseñan estatuas y máscaras del siglo XV que se han ido apilando unas encima de otras acumulando el polvo del paso de los años.

Lo Manthang, Mustang, Julio 2011

También es en Lo Manthang donde conocemos al restaurador italiano. Luigi Fieni lleva trece años pasando largas temporadas en este pueblo, restaurando los fascinantes murales de las antiguas gompas. El trabajo que hace junto con su equipo nos deja boquiabiertos. Por la noche nos invita a ir a tomar una cerveza en el bar del pueblo. El bar es una habitación partida en dos, con carne de yak seca colgada del techo y cervezas San Miguel y Tuborg. Al volver la corriente, empieza la música que hace bailar bollywood a la hija pequeña de la dueña con un desparpajo sin igual. Pasamos un buen rato llenándonos de historias y anécdotas del pueblo. 

Con el corazón en el puño, llega la hora de volver. Pero me llevo conmigo el añejo olor de los centenarios monasterios, el profundo sonido de las caracolas, la hermosa imagen de los niños de mejillas desgastadas del frío, el suave tacto de los fósiles milenarios encontrados en el cauce del río Kali Gandaki, y el rancio gusto del té de leche de yak que logré probar el último día.


Faces of Nepal, Charang, Mustang, Julio 2011


“Mustang lies on “the roof of the world”, north of Nepal and surrounded on three sides by Chinese-held Tibet. […] In Mustang found a medieval world preserved from modern technology, in which the wheel was not used, the earth was believed to be flat and polyandry practised; but a land with beauty and happiness in spite of hardships.”
Mustang – A lost Tibetan Kingdom 
Michel Peissel



3 comentarios: