domingo, 22 de enero de 2012

Lección número 5: De Occidente a Oriente



Después de medio año habiendo abandonado este blog me doy cuenta de lo mucho que he perdido y ganado en este tiempo. He perdido cuando he dejado de soñar con la experiencia de estar sola fuera de casa en un país como este en que nada tiene pero todo lo da. He perdido cuando he dejado de escribir cuan impresionante es su cultura, su gente, sus vivencias y la incomprensión en la que andan sumidos. He perdido cuando me he convertido en una expatriada acomodada que deambula por las calles de camino al trabajo sin comprender el contexto. He ganado sin embargo cuando he vuelto a Nepal tras pasar un mes nadando en la abundancia, rodeada de gente, entrando y saliendo disfrutando de la libertad y de los privilegios que gozamos en nuestra tierra. He ganado cuando me he encontrado con un país sumido en el frío invierno donde todo escasea, el gobierno no hace nada por evitarlo y sobran los donantes internacionales. Cuando he combatido el frío de mi cama con el calor de mi alma y la alegría de sentirme viva por la experiencia de estar de vuelta.

Mientras el frío se apodera de las calles y las casas, la población, cubierta de más capas, sigue con sus rutinas en el empeño de sobrevivir el día a día. Mientras se acumulan las bandhas –huelgas y protestas generalmente convocadas por los grupos políticos minoritarios, etnias o grupos juveniles-, la consecución del proceso de paz que tan anunciado había sido en noviembre pasado, sigue congelado desde 2006. Mientras los coches hacen colas interminables en las gasolineras para conseguir algo de combustible, el gobierno anuncia subidas del precio de barril, gas y anuncia nuevos horarios sobre los cortes de electricidad – hemos alcanzado las 14 horas diarias.

En Katmandú todo puede resultar incoherente y a la vez desmesurado. La circulación es caótica a más no poder; las diferencias sociales están marcadas por un sistema de castas que todo lo rige; la polución, derivada del polvo, la baja calidad del combustible, la antigüedad de los vehículos y la falta de mantenimiento, tiñe la ciudad de una capa grisácea que todo lo ensucia; la basura se acumula en las esquinas destrozada por los animales que en ella merodean; la clase política esta desfragmentada, corrompida e inmersa en la rutina de la ineficacia; los donantes internacionales se solapan en sus intervenciones e intentan predicar con el ejemplo.


 No es fácil encontrar un taxi en estos momentos, pues no les compensa gastar la poca gasolina que han logrado obtener tras horas de espera. Como efecto cadena, el precio de los alimentos, todo importado de India o China, ha subido considerablemente. A pesar de ser el segundo país más rico después de Brasil en recursos hídricos, la mala gestión hace que sólo un 1% del potencial hidroeléctrico sea utilizado. Así que demás de esta crisis energética, el país atraviesa una crisis alimentaria, medioambiental, económica y política - esta semana han anunciado que por penuria, hay hasta de comida de animales. Lo más para mantener a un país sumido en su subdesarrollo.


Se oye que el gobierno ha retirado estratégicamente la gasolina y el gas del país, antes de la subida anunciada, para evitar que la población se rebele. Pero también se oye que el gobierno, a sabiendas de la escasez que estaba por llegar, se ha quedado para los suyos con las reservas de gas y gasolina, dejando a sus ciudadanos la única solución de calentarse con fuegos que encienden al borde de las carreteras.


Y una vez más, resulta sorprendente, en medio de este caos, la voluntad de los nepalíes por seguir adelante y su inconmensurable generosidad. Los nepalíes siguen con sus rutinas, abren sus comercios, se parten el lomo trabajando en la obra, en el campo, en la calle. Mantienen sus familias, realizan sus visitas diarias a los templos, y no pierden la sonrisa.

Como en todos los países, la población se resiste a duras penas gobernada por una panda de políticos que más ocupados están en mantenerse en el poder, que en sacar adelante su país.

Oriente u Occidente, da lo mismo, la historia se repite. Los que menos tienen son quienes pagan el pato.