jueves, 2 de junio de 2011

Lección número 4: Las princesas no sólo están en los cuentos.




Katmandú capital es el caos en sí mismo. Ya no solo por la inestable situación política, la basura inagotable o el bulligueo constante del más de un millón de personas que en ella habita y parece no descansar nunca, sino por el protagonismo del comunismo y de la religión que lideran el raciocinio de esta ciudad que no da tregua. Tiene razón Amelie Nothombe en su libro cuando dice que un país comunista se reconoce únicamente por el zumbido incesante de los gigantes ventiladores que mueven sus grandes y lentas aspas sin remover una piza del soporífero aire que en el reina.




Así que esta última semana he estado bastante contenta de cambiar la agitada y anárquica KTM por cuatro días entre laderas y cimas de las montañas del Himalaya, en mi primera misión de trabajo con la UE. No quiere por ello decir que el desorden y el desgobierno no estuvieran presentes, pero sin duda no se viven igual cuando se es una auténtica princesa nepalí transeúnte por caminos vírgenes y añejos poblados. Pocas experiencias me han debido marcar tanto la vida a nivel profesional como personal, así que ahí va, espero saber transmitirlo:

Ya voy aprendiendo y comprendiendo que no cabe prever, planear, conjeturar ni organizar nada en Nepal, así que con esas premisas y tras una noche de insomnio por la agitación, me planto a las 7 de la mañana en el hotel de quienes han sido durante cuatro días mis compañeros de viaje, amigos e ingenieros contraparte del proyecto a supervisar en el distrito de Maygdi. Salir de KTM ya resulta toda una aventura. La carretera que atraviesa KTM valley más bien se asemeja a un parque de atracciones. Ellos la llaman la highway y todas las casuchas y bares de carretera que la bordean se llaman highway restaurant… El destartalado coche que ha decidido salir únicamente a las 10 y media del hotel con los dos italianos y la menda, mantiene el acelerador con vehemencia llegando a parecer un auténtico bólido a pesar de no ir a más de 50 kms/hora. Su persuasiva conducción se ve entorpecida por las vacas, cabras, vendedores ambulantes, agujeros, brechas, monjes, gallinas o niños que no parecen temerle a su pavorosa  velocidad. Sin embargo el paisaje es maravilloso. Atravesamos campos de verdes arrozales, poblados de casetas desniveladas y duchas al borde de la carretera y ríos de abundantes caudales. Adelantamos los supertuneados camiones marca TATA que portan mensajes indescriptibles de mil colores y nos divertimos contando las decenas de cabezas y piernas que asoman desde los techos. Lo que más cautiva mi atención son las solitarias siluetas de mujeres con saris de mil colores que caminan en línea recta por esas carreteras que no acaban nunca y que con elegancia sujetan un paraguas que las protege del sol.


                   


Después de diez horas de coche, unas cuantas paradas, miles de risas, un buen plato de chowmein y un dolor de brazo descomunal de sujetarme fuertemente al asidero del coche, llegamos al pueblo fantasma Beni donde pasamos la primera noche. De buena mañana nuestros contactos del gobierno nepalí nos recogen con los coches oficiales de bandera europea para llevarnos montaña arriba. Tras tres horas más de coche, la carretera su vuelve infranqueable y hemos de apearnos con nuestros macutos para hacer el resto del camino a pie. Cruzamos puentes colgantes, poblados remotos, rebaños de ovejas, maizales y hacemos una parada para visitar un colegio donde la UE ha instalado unas placas solares hace un tiempo. No doy crédito a lo que veo, las clases se han paralizado con nuestra llegada y miles de niños nos saludan, algunos tímidos, otros lanzados y alguno que otro hace como si nada, pero todos todos se acercan curiosos. Visten de corbata y lindos uniformes azules y las niñas llevan unos peinados preciosos que adornan con lazos rojos. A mí me encandila una niña que nada más verme me sonríe y me coge la mano para enseñarme su clase y sus amigas. Me siento como un trofeo para ella. A falta de idioma común, todo gesto vale. No se me ocurre otra cosa que cantarles Estaba el cocodrilo y el orangután… dos pequeñas serpientes y el águila real…  y se me corta el aliento al ver a una veintena de niños muertos de risa que me imitan haciendo el cocodrilo y batiendo las alas del águila. Los profesores nos enseñan orgullos las placas solares instaladas que proveen electricidad a los ordenadores y a la fotocopiadora y nos cuentan que por fin tienen luz en la escuela. Yo me hubiese quedado todo el día en el cole a cantar y a hacer tonterías pero nos espera la visita del proyecto. Mis compañeros de viaje, italianos y nepalíes, me tienen a cuerpo de rey y hacen todo por complacerme, pero hemos de marcharnos. Todos los niños vienen a despedirse a la puerta y me hacen el signo del cocodrilo.

                   


Son las dos de la tarde y yo no consigo probar bocado del daal bhaat que nos han preparado nuestros guías. La visita del cole me ha dejado demasiado impactada. “Believe me, esto no es nada” me dice uno de los italianos.

Tres horas de caminata después y 1100 metros más arriba, llegamos a un terraplén donde se han instalado el día anterior cuatro placas solares y que gracias a una turbina, un depósito y unas tuberías harán subir el agua del riachuelo unos centenares de metros más hasta llegar al pueblo Bima. Vienen a nuestro encuentro los mayores del pueblo con sus mejores atuendos y nos explican como pueden el estado del proyecto. Dos trabajando y el resto (quince) mirando.. normal que el proyecto lleve dos meses de retraso. Yo no soy ingeniera pero asisto encantada a la maniobra de inspección. Ya son casi las seis y las piernas me flaquean temiendo tener que volver a bajar esa montaña empinada pero nos dicen que en el pueblo tenemos sitio donde pasar la noche. Lo que no nos dicen es el espectáculo que me espera al llegar a la cima de la montaña donde se encuentra el poblado.

Con un Everest nevado de telón de fondo, el poblado entero nos aguarda en fila y en silencio con collares de hojas y flores en mano. Las piernas ya no me flaquean por el cansancio sino que ahora es el corazón en el que se me escapa por la boca. Empiezo a balbucear mientras me acerco a esa fila de gente que me mira como si fuese una princesa, me ponen el tika en la frente, me ponen el collar y me aplauden a cada paso que doy. Mis pies van solos y mis manos van recogiendo como puedo las flores que todos quieren darnos, pero no son lo bastante grandes. Nos llevan hasta una sala donde nos reciben con más honores y te, y nos sentamos con los sabios y personalidades. Toca presentarse y noto cómo me corean cuando saludo y me presento en nepalí. Menos mal que tengo a Abi del gobierno nepalí junto a mí que me traduce los largos sermones y los miles de agradecimientos que nos están otorgando. Me cuenta que los ordenadores y la electricidad del colegio también vienen de un proyecto europeo. Llega mi turno y todos quieren saber en qué puede mejorar el poblado para obtener más fondos de la UE. Y así sin haberlo planeado me toca jugar el rol de embajadora princesa de la UE y les cuento en un inglés que viene traducido después al nepalí el importante papel que la educación juega en un país en post-conflicto y que por ello es uno de los mayores objetivos de la UE en Nepal. La ceremonia acaba con miles de aplausos y agradecimientos.


                        

Los lugareños nos han dejado la mejor choza del pueblo para pasar la noche y nos ofrecen una cena de reyes. Probamos el vino de arroz nepalí imbebible que no puedo dejar por no ofender y que por lo tanto me vuelven a servir. Esa noche en lo más alto y casi en el cielo, con el único sonido de los grillos y de las voces de los alejados vecinos que se esconden tras los maizales se quedará grabada por siempre en mi memoria. El cielo me parece tan colmado de estrellas que dudo que sea cierto. Las luciérnagas que veo al atravesar el sendero a escuras que me lleva a la fuente, me trasportan a un recuerdo de la infancia que había completamente olvidado. Y el despertar se hace igualmente maravilloso. La voz de los campesinos que aran los campos de maizales que se expanden alrededor de la casa son esta vez mi despertador. Estamos a más de 3000 metros y el Everest sigue estando como telón de fondo. No ha sido un sueño. Parece que ha sido real.

Pero yo me he sentido como una auténtica princesa de cuento. 



martes, 17 de mayo de 2011

Lección número 3: Siempre salir de casa con la barriga llena antes de una conferencia



En mi tercera semana en KTM, sin necesidad de elucubrar demasiado podría enumerar fácilmente las cosas más imprescindibles que todo viajero debería conocer antes de venir a Nepal:

         y es que son frecuentes los bandhas o huelgas nacionales que paralizan el país durante toda una jornada o jornadas (sin transportes ni negocios abiertos); siempre hay que llevar una linterna consigo para las 14 horas diarias de power outage - cortes de electricidad; hay que armarse de paciencia ante las interminables colas de coches que esperan horas a que se abastezcan las gasolineras; nunca beber agua del grifo, hielo o helados y evitar ensaladas y verduras no tratadas en sitios dudosos; no tocar las vacas sagradas que merodean por todos los parajes; siempre rodear los templos en el sentido del reloj; evitar usar la mano izquierda en las comidas; no te molestes en echar un pantalón blanco a la maleta; y siempre, siempre, salir de casa con la barriga llena antes de una conferencia en Nepal.

Y esto último lo digo con toda humildad porque he vuelto a pecar de occidental palurda.

Acostumbrada a los seminarios y conferencias diarias a los que asistía en Bruselas, esta Conferencia Nacional de las Mujeres Dalit organizada por FEDO a la que asisto ha rozado los límites de mi imaginación y me ha sobrecogido de manera especial. La Conferencia aborda la cuestión de los dálits para su inclusión en el borrador de la nueva Constitución que se debate desde 2008 en el Asamblea Constituyente.

En un sistema de castas como el de India, Bangladesh o Nepal, los dálits son considerados “intocables” por ser personas fuera de las castas. Sometidos a continuas discriminaciones y víctimas frecuentes de violencia, sólo se les permite realizar los trabajos más denigrantes y marginales. Se trata de un problema global y que como todo fenómeno tiene repercusión mayor en los grupos más vulnerables, como son las mujeres y los niños. Las personas de esta comunidad suponen el 20% de la población nepalí, viven en la pobreza extrema, marginalización, exclusión y analfabetismo, negándoles el acceso a la justicia, a la sanidad o la educación la mayoría de las veces.

Pues bien, recibo la invitación a la conferencia que tiene una duración de “tres días” pero no viene programa detallado. Llamo por teléfono y me dicen en nepanglish que empieza a las 9.00 después del desayuno. No he enumerado entre las cosas imprescindibles por saber que la mayoría de los nepalíes comen arroz con verduras dos veces al día, todos los días; así que allí me planto con el coche oficial y tras registrarme busco el café de rigor. Lo que me encuentro es un campamento improvisado donde los organizadores reparten el “desayuno” (arroz con verduras) a centenares de mujeres dálit que esperan pacientes con sus hijos a cuestas a que les toque su turno. Vestidas todas con colores vivos llevan orgullosas la gorra azul que se les ha repartido al llegar. Hoy llevan sus más preciados ropajes, pues van a ser las protagonistas de esta Conferencia que va a tratar de la mejora de sus derechos y su inclusión en la vida pública.





Hasta las 10.30 no inicia la conferencia. No hay prisa ni organización alguna, solo una música aturdidora que llena el auditorio. Desde la tercera fila veo a las mujeres llegar y coger asiento hasta cubrir el gran hueco que han ido dejando a mi alrededor. El escenario se colma de conferenciantes, que con gran torpeza su atropellan unos a otros por sentarse en las insuficientes sillas que han colocado. Los hombres ocupan las sillas centrales dejando a las mujeres en las secundarias y laterales. En seguida me doy cuenta que estoy asistiendo a un teatro. No entiendo una palabra de nepalí, con lo que me limito a observar el talante de los ponentes que, uno tras otro, parecen transformarse en pequeños dictadores cuando toman la palabra sobre el atrio. Los altavoces que rebotan con los mensajes esgrimidos parecen tener vida propia, pero al menos consiguen tapar el continuo murmullo de las mujeres dálits y los lloros de los centenares de niños que no aguantan el calor de la sala.
Los lloros, murmullos y gritos hitlerianos se detienen súbitamente cuando entra en escena el “Gran Honorable Subhash Chaudra Nemwang”, de la Asamblea Constituyente, acompañado de un tropel de guardaespaldas.  Me pregunto realmente qué temerá este señor, de esta comunidad de mujeres excluidas de las sociedad que no tiene ni con que alimentar a sus hijos. Son ya las 11.30 pero con su llegada se procede al “opening ceremony” mediante la quema de una vela que colocan sobre un pequeño templete y oraciones varias.
Tras ello, el Honorable honorabilisiisimo que de grande no tiene nada, hace entrega de un premio a la Señora Anuradha Koirala, Presidenta de la Ong Maiti Nepal y nominada Heroe CNN 2010, con cara de importarle bien poco. El pequeño honorabilísimo se marca un gran discurso y acompañado por su mismo tropel deja la escena de manera arrollada.




El caos vuelve en escena, a la vez que los gritos, los murmullos y los lloros. Observo a los panelistas ques están cada uno a lo suyo. Algunos han subido con sus móviles y parece que están en plena conversación familiar. Otros sin embargo se han quedado dormidos plácidamente. Parecen no despertarse si quiera con las azafatas que no paran de entrar y salir en escena entregando a los ponentes centenares de cosas sin orden ni control alguno – que si un ramo de flores, una gorra propaganda, un cuaderno, un folleto, un libro…

Yo estoy encantada con mi teatro pero sobretodo con las espectadoras que me rodean. Las miro con pleitesía; ellas, sin embargo, me miran a mí y a las notas que tomo con curiosidad. Parece que la prensa tampoco entienda nepalí porque la cámara también me enfoca a mí, a una españolita de piel blanca vestida de oficina en medio de tanta mujer oscura de ropajes sueltos y colores alegres.

La conferencia acaba cerca de las dos de la tarde. El teatro ha sido un poco largo he de admitir, y sobretodo estoy muerta de hambre porque esperaba tener ese desayuno que habían anunciado en el programa.

Pero me doy cuenta que no estoy en Bruselas. Que aquí los desayunos no son para mí, que las conferencias no son en inglés, que aquí no paso desapercibida, que aquí no se cumplen los programas ni agendas….

Pero que sin embargo, como en Bruselas, el mundo está lleno de gente que le encanta escucharse a sí misma, que los megalómanos son pequeños y temen por su vida, y que las palabras grandilocuentes se pierden si no vienen acompañadas de hechos.



En este teatro las protagonistas han sido ellas y por lo menos hoy, han desayunado un plato caliente.


miércoles, 11 de mayo de 2011

Lección número 2: no menospreciar el vértigo

Cuando abres la guía Lonely Planet de Nepal te dejas atrapar con el relato. Nos encontramos un pequeño país que debe ocupar no más de una quinta parte de la superficie de España, pero en él alberga desde las montañas del Himalaya hasta el desierto del Mustang o la selva más húmeda de la planicie india, tierra de los yaks y de los yetis, de los monasterios y de templos, de los sherpas y los mantras, de los picos más nevados y tigres de bengala.  Nepal tiene ocho de los diez famosos  ochomiles del mundo donde la religión hindú y los monasterios budistas se confunden entre las faldas de las laderas y las terrazas que pueblan estas montañas que bordean el Tíbet.




De primeras me parece una historia mágica y sin embargo este relato se hace realidad al segundo día de llegar a Nepal. El relato ya no sólo me atrapa, si no que mi corazón empieza a latir más fuertemente a medida que mi mochila se va cargando de mi propia adrenalina. A las seis y media de la mañana vienen a buscarme a mi hotel los que serán mis nuevos compañeros de trabajo, para un finde de rafting. A pesar del atontamiento matutino por las escasas horas dormidas a causa del jetlag consigo hacerme una maletita para el fin de semana sin saber muy bien a lo que me atengo – damn it, he olvidado la cámara de fotos-. La ciudad ya está despierta y frente al hotel un grupo de chicos parece que hayan despertado con una raqueta pegada a la mano, porque andan ya jugando un partido de bádminton en medio de la calle sin asfaltar mientras los perros caen rendidos tras haberse pasado toda la noche conversando los unos con los otros aprovechando el fresquito de la noche. Nosotros a lo nuestro y tras una rápida presentación  entre legañas, nos subimos a un autobús ajetreado donde nos esperan nuestros guías.

Nos dirigimos al rio Bhote Koshi, situado al sur del Tíbet donde nacen los más claros y puros manantiales y por tanto donde el rafing y el kayaking son de los más preciados en el mundo. Aquí se puede hacer casi de todo, canyoning, bungee jumping, trekking, mountain biking, rock climbing, abseliling, paragliding… si,, yo tampoco los había oído nunca y tampoco he averiguado todavía lo que son.

Nuestros guías nepalíes no paran de hablar (yo solo oigo un murmullo constante) y hacemos varias paradas. La primera pee stop –dos mins en un especie de apeadero llena de hombres -  caigo en el error de paleta occidental, pregunto por el baño y me señalan un arbusto – damn it, he olvidado los kleeneks. La segunda tee stop es en un kiosko lleno de cabras y de plantas de marihuana que crecen por doquier. Pruebo el primer té con leche dudosa que se hace crema al momento. Me hago la valiente y lo bebo de un tirón…mis compañeros son más listos y riegan las plantas con él. Tercera parada sandals stop el bus se para en una aldea para que la menda se compre unas sandalias por 200 rupias (2 euros) por que se le han olvidado en españa. Son las 9 de la mañana, sigo en estado catatónico pero consciente de que estamos subiendo hacia el Himalaya, cuando de repente de la radio del destartalado autobús empieza a sonar a todo trapo la famosa canción We are the world (USA for Africa) momento que lo hace todo irrepetible, inolvidable y único ;) y acto seguido un villancico ..

Cuando llegamos a nuestro lugar de salida, nos apresuramos a colocarnos nuestros trajes de rafting y a aprender las lecciones que nos dicen nuestros guías. A veces no consigo averiguar si me hablan en napalí o en inglés y pienso que menos mal que se trata de un deporte de riesgo en equipo, porque como tenga que navegar sola con esas explicaciones voy de culo. Miro a los demás pero creo que soy la única con cara de cuadro que no entiende el acentazo que se gastan.






Desde estas impresionantes alturas, somos testigos únicos de que las grandes lluvias monzónicas y el deshielo de los glaciares han cargado de fuertes aguas blancas los serpenteantes ríos que ellas franquean. Las vistas son espectaculares, atravesamos numerosas aldeas donde los niños se bañan, juegan, nos saludan con la mano, se esconden o esperan a que algún pez pique el anzuelo de sus destartaladas cañas de pescar. El sol abrasa, el agua está fresca y la naturaleza parece estar en su máximo apogeo. No sé si el que escribió el lonely planet estaba allí cuando hablaba del sonido de las cascadas de aguas y del espectáculo que ofrecen las terrazas de las montañas, pero sin duda a veces hay que ver para creer.

Durante nuestro paseo vespertino me dicen que estamos a 12 kilómetros de la frontera con el Tibet. Podría haberlo adivinado por las caras de los aldeanos, por como llevan los bultos sobre la cabeza, por como visten o por las alhajas que llevan. Pero lo que sin duda no podía ni imaginarme era oír jazz en lo más profundo de la montaña mientras dábamos un paseo al atardecer. Y es que en medio de la nada,  tras cruzar un puente colgante suspendido a 160 km sobre el cañón por el que fluye el Bhote Khosi y que conduce a un antiguo campamento de tibetanos refugiados, se celebra una vez al año un pequeño festival de jazz alternativo que suele reunir a más de 50 artistas de todo el mundo*  Cruzamos ese puente desde donde los más valientes practican el  bungee jumping - damn it, he olvidado que a veces tengo vértigo**.




La noche la pasamos en un resort en medio de las montañas, bajo unas tiendas de dormir gigantes y con el sonido de la cascada y los grillos noctámbulos. La ducha es open space, es decir a cielo abierto bajo las estrellas de ese hemisferio. Si tengo que elegir una instantánea mágica de mi vida, creo que sería esa ducha de agua caliente bajo ese firmamento nítido y franco.

A la mañana siguiente, y tras un desayuno consistente, otra  jornada de rafting con rápidos nivel IV nos espera… toda una experiencia inolvidable para ser mi segundo día en Nepal. Me quedo pensando en que  no tengo ganas de empezar a trabajar y que ojalá nos quedemos allí toda la vida ;)

      – afortunadamente, esta vez he recordado que esta experiencia en Nepal no ha hecho más que empezar...….


*El Festival Sundance se celebró el 30 abril – 1 mayo y cuesta 3000 rupias/30 euros el día.  www.sundancemusicfestivalnepal.com
**El bungee jumping es el salto con cuerda. Los 160 km de altura del puente lo hacen el más alto del mundo. Un salto o  bungee cuesta 80 dólares (50 euros) más transporte desde KTM y comida, 70 dólares si ya estas allí, 25 dólares por salto extra, y el cuarto salto, si sigues vivo,  ya es gratuito… ;)

viernes, 6 de mayo de 2011

Lección número 1: no dejar todo para el último día

18 kilos en un macuto, 14 en otro, una cámara gigante, un brazo dolorido de cuatro vacunas recién puestas, mil quinientos euros pegados al pecho y el corazón latiendo fuerte de la emoción por el viaje a emprender. Como siempre voy dejando todo para el último día, no le he contado a la enfermera del Ministerio de Salud que me ha vacunado de la fiebre tifoidea, la hepatitis A y la meningitis asiática que marcho esa misma tarde a Nepal. Tampoco se lo he contado a la farmacéutica que me ha vendido la preventiva de la “malaria”. Y tampoco al señor malhumorado que me ha abierto esa misma mañana la puerta del consulado de nepal y que, como no he querido hacerme el visado con él sino que sólo quería un poco de información sobre hoteles en Katmandú (KTM), me ha contestado únicamente que no él no es una agencia de viajes y que me busque la vida. A quien sí se lo he dicho ha sido al chico de North Face que me ha vendido a pocas horas de volar las pastillas potabilizadoras necesarias para pasar un par de meses sin malos ratos en Nepal. Y también a la chica de Mapfre que me ha hecho tomadora de una póliza de seguro para altos riesgos en cuestión de minutos porque ni ella me dejaba volar a KTM sin alguna cobertura internacional.
Con esas premisas mi amiga y vecina de toda la vida me ha dejado en la T4 con un abrazo enternecedor, una palmadita y grandes palabras de ánimo. Creo que se ha dado cuenta de que por muy valiente que parezca, este viaje de cinco meses a KTM se me hace un poco grande.
Me acerco al mostrador y en fracción de segundos veo como mi viaje Madrid-Londres-Dehli-Katmandú (comprado días antes con edreams) se trunca de manera estrepitosa. Me comunica la azafata con cara burlona que sin visado no puedo volar a Delhi (visado que no quise sacarme en Madrid en su momento porque en KTM me costaría más barato) y que, aunque pudiera, no llegaré a tiempo a mi próximo vuelo pues al llegar al nuevo aeropuerto de Londres (London City) tendré menos de tres horas para pasar el control de pasaporte, recuperar mi maleta, cambiar a pounds, salir de London City, cambiar de aeropuerto, comprar billete de metro, coger tres metros distintos, llegar a London Heatrow, facturar la maleta, pasar el control de seguridad y embarcar. Todo eso con 18 kgs en una mano, 14kgs en la otra, mil quinientos euros bajo la camiseta, una tarjeta de crédito que ha decidido dejar de funcionar y la boda del año el mismo día y en la misma ciudad…
Sin embargo se ve que este viaje a KTM no me lo podía perder y que esta experiencia me estaba esperando con los brazos abiertos, pues conseguí llegar a tiempo al avión. Bueno, el vuelo estaba cerrado ya pero me lo abrieron cuando me vieron llegar con los bultos pesados y la lengua fuera…
Y aunque parezca que me gusta regocijarme con mi cabecita loca esto no es más que reflejo de mi propia incredulidad de mi propia suerte y es que ya estoy aquí en esta ciudad maravillosa, con mis pastillas potabilizadoras, mi visado, mis rupias nepalíes, mis vacunas puestas, mi preventiva de malaria que he de llevar conmigo siempre para no palmar en 24 horas (creo que fue un poco dramática la enfermera) y mis maletas sanas y salvas en el hotel. Pero tengo que agradecer la paciencia de los demás y es que soy consciente de que aunque las cosas me acaban saliendo bien al final, el precio pagado es alto pues  acabo poniendo a todo el personal en vilo y al borde de un heart attack (mis padres, mi amiga y vecina de toda la vida, mis tios, mis amigos… ) así que ya se bien qué propósito puedo trabajar para el año que viene 2012. Lección numero 1: no dejar todo para el último día.
No daré más detalles del vuelo porque esto parece el diario de vuelo en vez del diario de una experiencia nepali (como me ha dicho mi buena amiga mj, que  deje ya el aeropuerto que parece que soy una inmigrante ilegal) pero sí que es verdad que quiero añadir que el vuelo fue una auténtica delicia después de la tormenta acaecida: el personal de vuelo encantador, un menú vegetariano increíble preludio de lo que sería la comida nepalí, una compañera de vuelo finlandesa simpatiquísima con quien voy a compartir casa en KTM y una acogida maravillosa al llegar a la ciudad.
En el aeropuerto de KTM me esperaba el conductor del Embajador en el coche oficial y con un cartelito Ms CGD, quien me llevó hasta el precioso hotel que me habían reservado junto a la Delegación, con  precio negociado. Ni una queja, sólo un eterno agradecimiento.
Para el próximo post dejo mis primeras impresiones en la ciudad (mi primer contacto con el barrio de Thamel)  y el maravilloso fin de semana en el rio Bhote Kosi al norte del país y durmiendo en las inmediaciones del Tibet.